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“Construir planes nos vuelve más flexibles”

Por María Jesús Parada

Corren tiempos desafiantes, de eso no hay dudas. Tiempos desafiantes a nivel mundial, local y también al interior de cada persona, adultos/as y niño/as. El desafío siempre ha sido un motor para el ser humano. 

Existe la llamada Teoría del Flow (de Mihaly Csikszentmihalyi), que nos relata sobre la importancia del desafío justo.

Esto quiere decir que, si el desafío no exige a nuestro sistema, nos aburriremos y no alcanzaremos el aprendizaje. Por el contrario, si el desafío nos exige por sobre nuestras capacidades, probablemente nos sobrecarguemos llegando a irritarnos o incluso al llanto, y por tanto, el aprendizaje tampoco ocurrirá. La Teoría del Flow nos invita a encontrar el desafío justo, lo suficientemente desafiante como para animarnos y motivarnos a aprender, lo suficientemente desafiante para sentirnos capaces de resolver el desafío, de esta manera estaremos absortos aprendiendo nuevas habilidades. 

Cuando venimos al mundo, nuestro cuerpo comienza a integrar todas las sensaciones que vienen desde afuera, y nuestro sistema nervioso va almacenando infinita información acerca del mundo que nos rodea. Esto permite que entendamos cómo es el mundo y cuál es nuestro lugar en él. 

A medida que vamos creciendo nuestro cerebro va almacenando millones de planes. Plan para alcanzar un juguete y que mis músculos se muevan al lugar correcto, plan para lavarnos los dientes y saber cuánto tiempo me toma la actividad, plan para llegar hasta la sala desde la puerta del colegio, plan para tragar mi comida, y así. Cada cosa que hacemos desde apretar el teclado hasta ducharnos está almacenada en nuestra “carpeta de planes”. 

Para llegar a almacenar ese plan, antes tuvimos que haberlo aprendido y habernos sentido desafiados a aprenderlo. Probablemente lo hayamos visto previamente en otra persona, y lo hayamos practicado varias veces. 

Con todo esto, quiero referirme a la importancia de explorar y observar para aprender. Vivimos en un mundo en que las pantallas, más aún ahora, se han tomado bastante espacio de nuestros intereses y donde tenemos poco tiempo muerto. 

A los niños y niñas también les pasa, y suele ocurrir que cuando hay tiempos muertos no se les ocurre qué hacer, muchas veces se muestran aburridos y esto los abruma. 

No quiero con esto satanizar el uso de pantallas, sino referirme al impacto que tiene la falta de exploración en la construcción de planes. 

Construir planes nos vuelve más flexibles, nos hace tener diferentes soluciones ante un mismo problema, nos permite organizarnos y tener una buena autoeficacia percibida. 

Al proceso de idear, planificar y ejecutar un plan, lo llamamos praxias. Este proceso está implicado en toda nuestra vida, y nuestro cerebro trabaja ágilmente para poder llevarlo a cabo. El primer paso para ejecutar una acción es tener la idea de esa acción y tener ideas depende de las posibilidades de explorar, de ver ideas en otros, de integrarlas, de probarlas en mí y de crearlas también. 

Es importante tener conocimiento de que hay niños y niñas que tienen desafíos en este proceso y requieren de apoyo terapéutico especializado. De igual forma, todos/as podemos estimular estas habilidades. 

Este tiempo de pandemia es una tremenda oportunidad para acompañar a nuestros hijos y nuestras hijas para engordar esa cajita o capeta con planes que hay en el  cerebro. De manera que cuando se encuentren ante una dificultad que requieren resolver (como estar aburridos, o no poder alcanzar algo, o un desafío con una compañera/o, etc.) tengan en su caja muchos planes posibles y, por tanto, mayor posibilidad de éxito en su desempeño y mejor autoeficacia percibida. 


¿Cómo podemos hacerlo? 

Aquí van algunos tips: 


- En la vida cotidiana tenemos muchas oportunidades de estimular estas habilidades: animando a los niños/as a proponer ideas. “Niño/as hoy haremos una mañana en familia, qué podríamos hacer?”, permitir que salgan varias ideas y ojalá integrar ideas para que todos sientan que la suya está ahí.


- Si hay una mascota en casa, inventar diferentes formas para jugar con ella, por ejemplo, correr, tirarle un palo, darle una lana, hacerle cariño. 


- Jugar con un mismo objeto a cosas diferentes, para eso es perfecto el juego Toyi, donde podemos crear muchos personajes con objetos comunes de la casa.


- Jugar a Don Lápiz, por turnos una persona hace una raya en la hoja y la otra tiene que crear algo con sentido a partir de esa raya. 


- Jugar con piezas de construcción y con una misma cantidad de piezas construir diferentes cosas. Los Imanix, Imabars y los Imadots son ideales para estos juegos. 


- Si algo no resulta, acompañar a nuestros/as niño/as a pensar “de qué otras formas podríamos hacerlo?” Por ejemplo, si no me resulta subirme al columpio, o no me resulta alcanzar algo de un mueble, o abrir una caja, ¿que otra idea podría probar? 


- Si estamos entretenidos jugando con la pelota, ¿de cuántas formas diferentes podemos pegarle? 


En definitiva, el propósito es diversificar las ideas y que nuestro cerebro tenga la posibilidad de aumentar su número de planes posibles para así desenvolvernos felices en nuestro entorno.

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